El aborto nuestro de cada día

Ángel Artiles Díaz/articulista de El Atlántico

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Todo ser humano es seguidor de alguna idea (elaborada o no), de algún artista, de algún deporte. Hay quienes abiertamente lo manifiestan y quienes no, con pasión o sin ella, con violencia o sin ella. No obstante, en la especie humana hay especímenes que basados en sus creencias tienen el criterio de que sus ideas son únicas e insustituibles. Esta postura los impulsa a tratar de imponerlas sin importar la gravedad del perjuicio que pudieren provocar. 

La más de las veces el último recurso es el diálogo, cuando en realidad debiera ser la vía imprescindible dispuesta en el primer escalón de las diferentes formas de pensar. 

La sociedad dominicana vive un momento risible a los ojos de cualquier buen observador, solo con poner sobre la mesa el carnaval de insultos y fanatismos generado por la posibilidad de que el nuevo Código Penal establezca las tres causales de permisibilidad del aborto, nos damos cuenta del nivel de subdesarrollo metal que afecta a una parte considerable de nuestra nación. 

Es risible ver como una parte importante de los académicos y de la intelectualidad pone la espalda contra el muro de la indiferencia y deja de opinar por temor a que un obispo los maldiga y los excomulgue.  

Es penoso asistir al espectáculo que ofrece la claqué política que se desdice con tal de no perder el favor del voto fanatizado, por no sufrir los rigores del señalamiento inquisidor de las sectas religiosas que se lanzan al ruedo de la extorsión sin ruborizarse, sabedoras de que el alma de la masa es irracional y que por temor a Dios prefieren parir los hijos de los semáforos, los hijos del delito aspiracional, los que para tener el teléfono móvil de última generación deben arrebatarlo o matar para calzar sus pies con un par de tenis Reebok; en fin, porque saben a verdad cumplida que a esa marginalidad irracional no le importa parir más hijos para llenar las cárceles con  los muchachos alienados por los vicios de las orillas sociales. 

Por esa y otras razones que llenan los anaqueles de la sociología dominicana, un payaso argentino es contratado y exhibido como guacamayo de circo para que venga y se coloque del lado fanático del conflicto y ‘gane todas las discusiones’ y exacerbe los ánimos caldeados y reciba los aplausos de la gleba insurrecta y el consentimiento acomodaticio de profesionales timoratos. 

El aborto es un problema social atrincherado entre dos bandos, por ignorancia y por incomprensión  nos estamos aislando, dividiéndonos, separándonos para que le sea más al lobo la terea de devorarnos. Solo le damos like a los que piensan como nosotros y bloqueamos  a los demás.   

Nos consume la fe ciega y tiene un comportamiento radical de ‘Fanatrium’.

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