Origen de la violencia de género

Ángel Artiles Díaz/articulista de El Atlántico

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Los distintos estamentos del saber humano otorgan criterios valorativos diversos a los conceptos violencia y agresión, agotemos un poco más de espacio en esta interesante disgregación de definiciones. 

Criterios más científicos que los de la Real Academia, hacen diversas las perspectivas sobre el factor valorativo de la violencia y la agresión, lo cual crea una gran confusión conceptual. 

En esa tesitura, son muchos los psicólogos que consideran que la agresión es la manifestación de la agresividad, una forma de afirmarse uno mismo, que de por sì no puede considerarse  ni buena ni mala. 

Los mismos psicólogos que consideran  que la agresión es la manifestación de la agresividad, que es una forma de afirmarse uno mismo, que de por sí, no puede considerarse  ni buena ni mala; esos mismos cientistas sociales afirman, con redobles de tambores de fondo, que la violencia es una forma nociva de agresión. 

El término agresión debe ser utilizado para designar un acto en sí, un acto palpable y efectivo; la  agresividad, sin embargo, es el término empleado para designar la tendencia o disposición inicial que dio lugar a la posterior agresión. También pueden establecerse diversas modalidades de agresividad. 

Uno de los problemas principales en el entendimiento de la agresividad ha sido la consideración de que puede existir un fuerte condicionamiento instintivo en su génesis. Prácticamente todos los rasgos de conducta humana son el resultado de una interacción entre factores genéticos y ambientales. 

El ser humano está dotado por naturaleza para agredir, también lo está para tolerar, dialogar, jugar o amar. Que ponga en juego unas potencialidades u otras depende del proceso de socialización y educación, fundamentalmente. 

La violencia puede convertirse en una manera de vivir, en una forma aceptada de conducta respaldada por los hábitos populares y la moralidad convencional impuesta por el sistema dominante en cada sociedad y por los credos religiosos inevitables hasta en los sistemas socialistas; en otras palabras, una subcultura. 

El machismo podría considerarse un ejemplo de subcultura. 

Las conductas que las personas muestran son aprendidas por la observación sea deliberadamente o inadvertidamente a través de la influencia. 

En la teoría del aprendizaje social, se distingue entre la adquisición de las conductas con potencial destructivo, los factores que determinan si una persona ejecutará (probablemente) o no lo aprendido. Esto importa mucho porque no todo lo que se aprende se realiza. Las personas pueden adquirir, retener y poseer la capacidad para actuar agresivamente, pero tal aprendizaje rara vez se expresará si la conducta no tiene valor funcional para ellos o si está sancionada de manera negativa. 

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