Deserción del Campo – Cordones de Miserias: un Tema Pendiente de Solución

Roque De León, articulista de El Atlántico

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Al abordar un tema tan sensible, polémico y delicado, como es la responsabilidad en la búsqueda de una solución a la deserción del campo y la creación de los cordones de miserias en nuestros barrios marginales, es necesario tener suficiente discernimiento para hacerlo con la honestidad y objetividad que este amerita.

Llamamos campo a un territorio distante de la zona urbana, donde se desarrollan las actividades agrarias, se siembran y cultivan plantas, se recolectan frutos y se crían animales.

Hasta finales de los años 70’s e inicio de los 80’s, época en la que se marca en República Dominicana el inicio de la Economía de Servicios, el campo fue el buque insignia en el sostén de nuestro país.

Eramanos fuertes en la producción y exportación de rubros como: caña de azúcar, café, cacao, miel de abejas y cera; éramos autosuficientes en los diferentes renglones de productos para la alimentación.

Entre los años 1960 y 1981 debido al descuido, falta de oportunidad y marginalidad a que fueron y siguen siendo sometidos nuestros campos por los diferentes Gobiernos que ha tenido el país, la densidad poblacional de la mayoría de las provincias existentes para esa época fue duplicada, incluyendo el gran Santo Domingo; eso como resultado de las grandes migraciones campesinas en búsqueda de mejor nivel de vida y facilidades para las familias.

En ese período de tiempo, el campo fue perdiendo gradualmente la importancia que siempre representó como población votante para los partidos políticos, sobre todo para el que ostentaba la Administración del Estado y sus instituciones. Era el gran secreto para mantenerse en el poder.

Con la llegada de ese importante número de nuestros hombres y mujeres del campo a la “ciudad”, también se trasladaba la forma populista y engañosa de hacer proselitismo político en ese segmento de la población; a la vez que se iniciaba la formación y construcción del gran cordón de miseria que hoy arropa a todo el Territorio Nacional.

A esos sectores marginales en la medida que se establecía nuestro nuevo Modelo Económico (Economía de Servicios), se le dificultaba y se le dificulta cada día más la sobrevivencia de manera digna como resultado de que, el nivel de los Recursos Humanos requeridos en este tipo de Economía debe ser de nivel técnico y muy bien calificado.

En la medida que ese tipo de exigencias se acentúan, se van diluyendo los sueños de progreso de muchas de las familias migrantes de nuestros campos, que aunque hay de ellas que trabajando muy duro lo han logrado y hacen aportes positivos a su entorno; otras sumidas en su inercia y enorme decepción incurren una buena parte en: abusos infantiles, matrimonios de menores, abusos contra la mujer y violencia intrafamiliar, así como todo tipo de actos aberrantes y antisociales que hoy agobian a nuestra sociedad en diferentes aspectos.

Mientras esto sucede y esas familias, hoy de nuestros sectores “marginales”, se desgastan viviendo sobre: cañadas, encaches, riberas de ríos y próximo a tinas de aguas residuales ante la mirada irresponsable de las autoridades que lo han permitido y lo siguen permitiendo; nuestro país se consolida como un importador de productos de primera necesidad, como si eso fuera lo normal.

Durante la pandemia del COVID-19 que nos ha golpeado por aproximadamente nueve meses generando una gran crisis laboral y económica, muchas personas han optado por volver de forma momentánea al campo; esperamos que sea un motivo para reflexionar y se produzca un retorno masivo y definitivo.

Aunque ya para ellos no es igual, debido a que personas de diferentes lugares que con distintas razones y motivos han improvisado próximo a muchos campos, barrios que por su heterogénea composición, se tornan extremadamente peligrosos.

Nuestras autoridades tienen el enorme reto de hacer del campo un lugar amigable y rentable, motivador del regreso de todos aquellos que aún conservan sus propiedades y que, las pocas familias que permanacen habitándolo no sientan la necesidad de salir de él con el sueño de un mejor futuro para sus hijos; que lejos de verlo cumplirse, generalmente termina siendo la gran tragedia que ya todos conocemos.

El apoyo integral al campo significa frenar a la vez, la crisis alimentaria y el crecimiento irrespensable, desmedido, sin planificacion ni control del creciente y avergonzante cordón de miseria que bordea a cada uno de nuestros municipios.

ROQUE J. DE LEÓN B. (MAE)
DIPLOMADO EN COMUNICACIÓN SOCIAL INTEGRAL
MIEMBRO DEL: SNTP Y SINLOPP

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