Hoy queremos entregar un artículo diferente y sugerente, debido a que observamos que en ocasiones buscamos las causas de la descomposición social casi generalizada que nos agobia en la actualidad, mas sentimos, que las respuestas están en la oportuna pero ausente prevención.
El deseo de los seres humanos de convivir y sobrevivir en y con la naturaleza ha creado la necesidad de interactuar con los animales, para domesticarlos y convertirlos en su inseparable compañía.
Se presume que la domesticación de los animales se inició «en la edad de Piedra (13,000 A.C.). La primera evidencia de esta se señala en la ciudad bíblica de Jericó en Palestina 12,000 A.C donde eran adoptados como mascotas a los perros y a las cabras; más tarde en el año 3,500 A. C. en Egigto se inició el proceso con los gatos». Hoy tenemos que agregarle las aves, peces y otrás especies.
Dada la utilidad e importancia que tienen las mascotas, si lograramos que un número importante de las familias lo entiendan y adoptaran una, estaremos contribuyendo a mejorar la calidad de la salud mental e incrementando en sus miembros el sentido de la responsabilidad y del compromiso. A la vez que evitamos que puedan sentirse solos, depresivos y socialmente aislados; haciéndolos seres humanos felices por estar alejados del estrés, motivandolos a mostrar siempre una autoestima que los estimule a ser entes productivos y de bien, sin interés por la violencia y el sentimiento de la falta de afecto.
Las personas que reciben amor aprenden a multiplicarlo, las mascotas son estimuladores de ese noble sentimento. Por eso, si promovemos la adopción de estas en los núcleos familiares, es posible que no tuviéramos que lamentar la existencia de: violencia de género, intrafamiliar, abusos infatiles y sexuales al igual que los feminicidios; ni estaríamos discutiendo la necesidad de establecer por ley la prohibición del matrimonio infantil.
Los abusos infantiles y una parte importante de los matrimonios con menores de edad tienen su origen en la confianza que estos depositan en personas desconocidas y mal intencionandas, que conocedoras de la falta de afecto y calor humano que los mismos arrastran por parte de sus progenitores y familiares más cercanos, les proyectan un «falso cariño» que regularmente termina en tragedia.
En nuestro país no han sido suficiente las Leyes de Protección a los Niños, Niñas y Adolescentes (136-03) ni la Ley de Violencia Intrafamilar y contra la Mujer (24-97); la sociedad cada día está más descompuesta y convulsionada en ese sentido.
El hecho de tener padres y madres que, por no estar concienciados en la responsabilidad que representa traer un hijo al mundo, al momento de engendrarlo nunca se unen y si lo hacen se separan por violencia de género; esos niños no disfrutan de la integración familiar mucho menos de recibir y dar calor y cariño a una mascota. Un alto porcentaje de ellos terminan: abusados, prostituidos, en adicción al alcohol y/o sustancias prohibidas. En muchas ocasiones a muy temprana edad, de manera desalmada son negociados en matrimonio con personas que en muchos de los casos le cuatriplican la edad.
A eso debemos añadir los niños y niñas que están teniendo sexo entre 10 y 12 años, que sin el menor cuidado de padres y tutores terminan en las mismas condiciones que los anteriores; con la desdicha de que el descuido es mayor y ni siquiera la ley los alcanza.
Como sociedad tenemos que exigirnos y exigirles a los burócratas que de período en período les entregamos la Administración de nuestro País y sus Instituciones, que sobre sus hombros y los nuestros recae la responsabilidad de reglamentar el accionar del entorno familiar desde sus cimientes; y así ya no hará falta que por presiones de diferentes sectores se intente enderezar lo que en el proceso sabemos que se romperá.
Tengo el deber de decir a las personas que como animales tenemos relaciones de pareja sin pensar en las consecuencias, que no es que las nuevas generaciones son malas y difíciles, sino es que como responsables de plantar no hemos sabido enterrar y abonar correctamente las raíces; para poder tener ramas fuertes que florezcan y den frutos abundantes y saludables.
Como cabezas de familias tenemos la responsabilidad de impregnar a nuestros hijos el cariño, la sensibilidad humana y el amor suficiente para que no tengamos que apelar a las leyes aprobadas y por aprobar; porque no hemos sido capaces de entender y asumir nuestro rol como padres y tutores.
Concluyo diciendo, que ante la incertidumbre que por causas de la pandemia y la descomposición social que vivimos en la actualidad, la importancia de las mascotas está en que posee y transmite todas las cualidades antes mencionadas; además se adapta con facilidad al entorno familiar y al régimen alimentario a que se le someta. Es un miembro más de la familia.
La solución no es tan difícil, hay que volver a las raíces!!
ROQUE J. DE LEÓN BORBÓN (MAE)
DIPLOMADO EN COMUNICACION SOCIAL INTEGRAL
MIEMBRO DEL: SNTP Y SINLOPP