De oportunismo y oportunistas

Ángel Artiles Díaz/articulista de El Atlántico

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Para Sócrates,  una  función esencial del político es que en la vida política reine la verdad,   mientras que Platón consideraba que la virtud del político debía ser la sabiduría o el manejo del buen criterio, mientras que Aristóteles proponía como Norte del político bien común. 

Hoy que vemos sin asombro alguno cómo determinados personajes de la política ejercitan su capacidad de levantar columnas de humo para desacreditar a líderes consagrados de su propio partido y, este incidente nos hace apreciar cuán necesario es solidificar las barreras éticas de los partidos políticos de modelo responsable, al momento de abrirle las puertas y brindarle acogida a cualquier oportunista vestido de cordero. 

Es inevitable –prima facie- que a los partidos políticos llegue toda laya de oportunistas, buscando espacio para priorizar el aguijón de sus intereses, pisoteando los principios básicos de la ética con tal de alcanzar, caminando satisfecho sobre el cadáver de la verdad, sin importarle los criterios y sin tener como Norte el bien común.  

En la ciencia política el oportunismo o ‘comportamiento rapaz’ es objeto de estudio. Unas veces visto como una habilidad, otras como un ejercicio de utilitarismo  y en ocasiones como un ventajismo inescrupuloso, dispuesto a aprovechar errores o debilidades circunstanciales que afectan por dentro a  los partidos políticos. 

El oportunista político no ve nada «malo» en capitalizar cualquier oportunidad y ve como normal recurrir a la mentira para avanzar, porque es su estilo, el comportamiento  de espaldas a la integridad.  

Los oportunistas son incoherentes, egoístas y desenfrenados, todo lo que conduzca a sus aspiraciones es legítimo.  

Con tal de alcanzar el puerto de sus propósitos, los oportunistas abrazan hasta un cocodrilo y lo besan en la trompa y acomodan el viento a sus circunstancias para que todo gire en su provecho. Sin respeto, sin principios, sin convicciones y,  en ocasiones que presentan rasgos psicopáticos. 

Ya con el cetro en la mano y la corona en la cabeza, los oportunistas rompen la careta de la simulación y enseñan sus  garras y sus fauces  y se tornan violentos e irascibles. Arremeten contra los que nunca consideró compañeros y contra el partido que nunca asimiló como suyo y, sólo son comparables con un elefante ciego, suelto en los pasillos de una cristalería. 

Y como dijo Popó, el sabio filósofo del barrio La Zona: 

“Si ya recogió su ropa,  pa’ que se vaya mañana, que se vaya hoy…!! 

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